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Flota de 1715
El Capitán-General Don Antonio de Echeverz Subiza, a bordo de su capitana, zarpó de Cádiz, España, en 1713, dirigiéndose hacia Cartagena de Indias, en Colombia. Su escuadra fue conocida como la «Terra Firma» (Tierra Firme) una flota veloz, apodada Galeones. El cometido de esta armada era llevar las mercancías necesarias a las Colonias del continente Americano y recoger los tesoros del Nuevo Mundo, junto con cargamentos y pasajeros que regresaban a España desde los puertos de Cartagena, Portobelo y La Habana. Inmediatamente, Echeverz envió una notificación al virrey del Perú de que había llegado a Cartagena y que debía de embarcar todas las riquezas acumuladas en algún pacífico puerto de Panamá. Así pues, desde los lugares en que estaban amontonadas las riquezas, se llenaron bolsas y cajones y a lomos de recuas de mulas, transportaron la pesada carga al otro lado del istmo, hasta Portobelo, en el lado caribeño. La flota llegó a La Habana en octubre de 1714 y allí aguardó la llegada de otra Flota, la de Nueva España.

La Flota de Nueva España (México), bajo el mando del Capitán-General Don Juan Esteban de Ubilla, había zarpado de España en 1712, un año antes que Echeverz, y se había dirigido directamente a Veracruz (México). Habiendo salido de casa con ocho embarcaciones, Ubilla perdió cuatro de ellas a causa de fuertes tormentas, durante el período de 1714 - 1715. Llegaron a La Habana hacia el 24 de junio de 1715, tras varios retrasos en Veracruz y empezaron a ayudar a organizar la Flota del Tesoro Española de 1715. Allí, el Capitán-General fue capaz de comprar otra nave, que cargó de artículos con destino a Europa. Esto supuso contar con cinco naves para su escuadra; Echeverz aportaba seis embarcaciones en su flota, más una nave francesa que se había aventurado a atracar en el puerto de La Habana, y que fue contratada "en custodia", teniendo que navegar con la flota de tesoros cuando salió para España.
Por lo tanto, en julio 1715, la flota de once embarcaciones españolas, más una nave francesa, zarpó del Puerto de La Habana. Las naves españolas iban cargadas hasta los topes con los cajones repletos de los tesoros del Nuevo Mundo. Cuando surcaban el estrecho del Canal de las Bahamas, un violento huracán atravesó la zona arrastrando a las naves hacia los arrecifes coralinos que rodean la costa de Florida a lo largo de 30 millas. El viento nocturno y el movimiento de las olas chocando contra las naves, las hicieron naufragar y, la mañana del 31 de julio formaban una visión horrible, con restos y cargamento cayendo en el hirviente oleaje y 900 cuerpos humanos que habían sido desparramados sobre la arena. El barco francés que había tomado una posición en la flota un poco más al este que los demás, fue el único navío que pudo evitar la furia de la tormenta y pudo llegar a su puerto en Europa.
Supervivencia y salvamento
Cuando los supervivientes se reunieron durante los siguientes días, y la magnitud de la tragedia se hizo patente, se erigieron campamentos de refugio, y se enviaron noticias de la terrible pérdida a La Habana y a San Agustín, por medio de mensajeros que viajaban en pequeños botes. La ayuda llegó tan rápida como era posible en aquellas circunstancias y cerca de los lugares de los naufragios se realizaron tareas de salvamento; el campamento más importante se situó junto a las ruinas de las naves capitana y almiranta de la flota, aquellas que, supuestamente, llevaban la mayor parte de los tesoros del rey, de un valor aproximado a los catorce millones de pesos, según los documentos españoles. Las operaciones españolas de recuperación continuaron durante tres o cuatro años, interrumpidos por las incursiones de piratas ingleses (llamadas «fishing trips») y las tropelías que venían desde las Bahamas pero, al fin, la mitad de los tesoros de la flota llegaron a España antes de que el transcurso del tiempo hiciese su labor.

Cuando los primeros restos fueron "descubiertos" a comienzos de los años 60 (1960), una auténtica "Fiebre del Oro" empezó en Florida, una actividad de proporciones inmensas, que continúa hasta hoy en día. El éxito de los buscadores actuales está en el uso de métodos y tecnología modernas (esto está debidamente documentado y relacionado en apuntes posteriores). Baste con decir aquí que nadie se hizo sumamente rico con los restos de la Flota de Tesoros española de 1715, que algunos se hicieron famosos, y otros muchos han colaborado en los conocimientos y exposiciones que tenemos hoy de la vida colonial española y de sus objetos. Juzgando por la cantidad de monedas, lingotes y joyas recuperadas en las 4 o 5 décadas pasadas, suponemos que los buceadores de hoy deben haber amasado una cantidad de riquezas similar a la que rescataron los buscadores originales. Este material ha supuesto la aportación más importante, desde el punto de vista numismático, para estudiosos y coleccionistas.
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