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         Las primeras monedas en el mundo entero, hasta bien entrado el siglo XVI, se acuñaron a mano o a martillo y, en la Península y en las Colonias, las llamamos macuquinas (más adelante veremos por qué). Con la llegada de nuevas tecnologías se fue implantando la acuñación a molino, o a máquina, llamadas, por diferenciarlas de las acuñadas a mano: redondas o de cordoncillo, etc.

¿Qué es una macuquina?

 

En la numismática española una "onza" equivale a una moneda de 8 escudos. La pieza de uso comercial, de mayor valor, que se acuñó en los tiempos de los monarcas españoles de Felipe III a Fernando VII, concretamente, se acuñaron Onzas desde el 1610 hasta 1824. Es una moneda de oro con un peso de 27 gramos. Las primeras Onzas se acuñaron a mano o a martillo y las llamamos macuquinas (más adelante veremos por qué), en la Península y en las Colonias. Con la llegada de nuevas tecnologías se fue implantando la acuñación a molino, o a máquina, llamadas redondas o de cordoncillo.

¿Qué es una macuquina?

Disco de metal (cospel), más o menos noble, cobre, plata y oro, principalmente, que en caliente o en frío es golpeado «a martillo» entre dos cuños. En origen, el cospel debía tener el peso y la aleación ordenada por las leyes de acuñación de moneda del país correspondiente. La pieza resultante tras el golpe de martillo es de lo más variable, dependiendo de la fuerza que le imprimieran, de la calidad de grabación del cuño, del desgaste del mismo, por su mucho uso, etc.vid
        Una vez golpeado el cospel o disco ya podemos hablar de moneda, que tenía que ser revisada en cuanto a su ley (porcentaje de metal noble) y calidad en general pero, fundamentalmente, lo que importaba era el peso y, cuando estaba sobrepasado, con unas cizallas recortaban los exteriores del cospel hasta dejar el peso más o menos exacto. Apenas preocupaba lo que quedase del diseño original, no sólo por el recorte final, sino por el propio golpe. Las leyendas de los bordes quedaban cercenadas parcial o totalmente. Si en estas leyendas, además del monarca correspondiente, se encontraba la fecha, o ceca, o los ensayadores, la moneda terminaba parcialmente irreconocible, y sólo exhaustivos estudios posteriores podían clasificarla por los diseños y sus variantes, etc.
       Pero en mis investigaciones hay algo que no logro encontrar: por un lado, se da mucha importancia a la moneda terminada, ya acuñada, si tiene relieve, brillo, la importancia de su peso, de su aleación correcta, etc. Y lo que echo de menos es el reconocimiento artístico de los grabadores y el encanto, magia o romanticismo que acompaña a estas piezas.

Reconocimiento artístico

      Me centraré en monedas macuquinas de «nuestros tiempos» (monarquías españolas), aunque no quiero pasar por alto el altísimo nivel artístico de los grabadores antiguos que con escasos medios, sin cristales de aumento y sin buriles de acero, eran capaces de grabar, a veces en metales poco nobles como el hierro sin acerar (sin carbono)  -lo que les obligaba a repetir grabados una y otra vez pues su desgaste era muy importante-, en minúsculos cuños, unos excelentes dibujos, alegorías, leyendas, etc. Pensemos en una pieza de 3/4 de óbolo del tamaño de una lenteja, con un peso menor de un gramo y que lograban imprimir con una calidad increíble.12
        Una vez reconocido el ARTE con mayúsculas de los grabadores griegos, romanos, etc., reconozcamos también  a «nuestros grabadores» y démosles la importancia que se merecían. Lo primero que habían de hacer era crear un diseño que incluyera todos los datos de la moneda, que cupiese en el reducido espacio de que disponían, que estaban obligados a poner todo lo que los monarcas ordenaban, los escudos de armas, las leyendas con las consabidas palabras latinas POR LA GRACIA DE DIOS, y en el Nuevo Mundo: REY DE ESPAÑA Y DE LAS INDIAS, El nombre y numeral del rey (p.ej.: Felipe V). Ejemplo de anverso: PHILIPPVS · V ·  DEI ·  G  · 1714  y ahora el reverso: HIPANIARVM · ET · INDIARVM · REX. Añadamos a todo ello la sigla o monograma de la ceca, la inicial del ensayador, el valor de la moneda (en arábigo o en romano), cruces, orlas de perlas y demás adornos. ¡Un ímprobo trabajo! Pero «más difícil todavía»: hay que grabarlo a buril en un cuño de acero en «bajorrelieve», es decir, aquello que en la pieza está en relieve, en el cuño está ¡al revés! Dejo que el lector imagine las dificultades que esta labor entrañaba. Luego, obviamente, no bastaba con hacerlo una vez, el cuño utilizado varias veces se desgastaba, y ¡había que repetirlo!, pero también se gastaban los buriles.
        En todo este proceso intervenían un montón de oficiales y ayudantes de los que poco o muy poco se habla, y por ello vamos a nombrar a algunos de los más importantes:
ABRIDOR: Oficial encargado de la fabricación del troquel.
ACUÑADOR: Oficial encargado del proceso de acuñación.
AFINADOR: Oficial encargado de la afinación del metal.
AJUSTADOR: Oficial encargado de dar el peso justo dado por las ordenanzas.
BLANQUEADOR: Oficial encargado de blanquear o limpiar el cospel.
ENSAYADOR: Funcionario inspector de la Casa de la Moneda que verificaba el peso y la ley de las monedas, y que por razón de su oficio colocaba sus iniciales en la moneda.
INCISOR o GRABADOR: Artista encargado de esculpir los cuños monetarios.
MONEDERO: El que fabrica moneda.

        Todo este trabajo no admite comparación con los métodos modernos, con sus pantógrafos y más recientemente con métodos electrónicos e informáticos.3
       Hablamos mucho de la importancia que tenían los ensayadores, pero ésta se limitaba a responder de la correcta aleación y peso, y los artífices, auténticos artesanos grabadores, los que golpeaban (acuñadores) -no todo era fuerza bruta al dar el golpe- debían mantener el cuño superior en perfecta verticalidad (se supone que el cuño inferior estaba fuertemente amarrado al yunque). Estos «acuñadores» se veían a menudo obligados a dar un segundo martillazo porque con el primero no había quedado el trabajo suficientemente impreso y de ahí viene lo que se llama doble imagen, repintado, etc. Por ello los «repintes» se dan mucho más frecuentemente en los reversos (parte del cuño que se sostenía a mano o con tenazas) que en el anverso (cuño adherido al yunque).

 

Romanticismo

        Las macuquinas son románticas y ¿qué nos aportan? ¿Qué las distingue tanto de las monedas redondas fabricadas con máquinas más o menos modernas?
        En primer lugar que todas son únicas, no hay dos iguales (si encontramos dos iguales es que una, o las dos, son falsas). Este es uno de los grandes atractivos de las macuquinas pues a los coleccionistas no nos importa tener dos piezas repetidas, simplemente porque son distintas y normalmente no deseamos poseer dos monedas iguales acuñadas a máquina.3
        Otro de sus atractivos es su propia complejidad para catalogarlas o clasificarlas, que nos obliga a rebuscar literatura sobre la pieza para saber cuál era su leyenda completa, o su ceca, o su año, etc. Esta labor añadida de catalogación nos aproxima mucho más al diseño, a la época, a la ceca (cuanto más la tengamos que estudiar más la apreciaremos). Estas piezas no se trata sólo de poseerlas y colocarlas en su monetario, álbum, o dondequiera que las guardemos. No son cromos para rellenar y completar la serie.
        Su propia originalidad, debida a su forma irregular, nos aporta un algo especial que nos lleva a ensoñaciones infantiles de tesoros, de piratas, de naufragios, las imaginamos rodeadas de gemas preciosas, de objetos de oro, cadenas, copas, perlas, etc. Si vemos una bonita onza (8 escudos), vemos... ¡¡¡doblones!!!

¿Por qué se llaman macuquinas?

        La verdad es que nadie lo sabe. Se especula que puede venir de un nombre quechua, de un nombre árabe y de qué se yo cuantas derivaciones.  No sé de dónde viene, pero sí creo poder afirmar de dónde no viene. Pienso que en la época de la acuñación a martillo, que como hemos visto se remonta al siglo VI a-C. En un principio, este tipo de monedas no tenían nombre especial, todas se acuñaban de igual manera, eran simplemente «monedas» sea cual fuese el nombre griego o latino que se emplease. Entonces la palabra macuquina ha de ser un invento a posteriori, algo que tuvimos que inventar cuando empezaron las monedas acuñadas a máquina (molino, prensa, etc.), sabemos que fue un nombre usado en español, en francés, por ejemplo, no tienen un nombre que las defina, y le dicen «frappé á marteau», en inglés le dicen «cob», mazorca, y tampoco se sabe por qué. Y en otros idiomas creo que no tienen denominación especial, pero lo desconozco. El nombre, pues, es castellano, que debió empezar a usarse en la época de esplendor de la Dinastía de los Austria (pleno Imperio Español, donde «nunca se ponía el sol»), además las acuñaciones españolas eran las más apreciadas por su correcto peso y aleación en el mundo entero (hasta en China se resellaban monedas españolas para uso corriente). Siendo un nombre castellano, deduzco que su nombre proviene del pueblo llano, no del pueblo culto, «latinizado», sino de la «plebe»: entonces ¿por qué su origen no puede venir de la palabra CUCA?: (el «Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española» dice, entre otros sinónimos: Cuco, Cuca, bonito, bonita). En Colombia y Chile, macuco, macuca = cuco, cuca. Otra expresión, también recogida en el DRAE dice, hablando de dinero: «¡Me debes mil cucas (pesetas)» !Entonces, por qué no: «más cuca», en diminutivo: «más cuquina», ¡Qué bonita! O de los colombianos y chilenos el diminutivo de macuca: macuquina. (tómese tan solo como una elucubración).

Escudos macuquinas de Presentación

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        Sólo un apunte sobre las macuquinas de Presentación (porque, supuestamente, eran las piezas que enseñaban a los monarcas) o «Reales» o «Galanas», y en inglés «Royal». Son aquellas monedas que, habiendo sido acuñadas a martillo, presentan completo todo su diseño y además son redondas, están exquisitamente acuñadas, sin imperfecciones. Puedo decir que cuando se tiene una de ellas en las manos es todo un espectáculo, al pensar, sobre todo,  en las dificultades que tuvieron los orfebres de aquella época para acuñar de manera tan precaria, y es admirable que pudieran salir semejantes joyas. Debían de proceder del sistema de «rodajas» y no de láminas, pensando en que es más fácil que el resultado sea bueno si viene de una perfecta rodaja (disco o cospel), que si viene de una lámina que luego debe ser recortada.